¿Por qué es importante la visibilidad lésbica?
Vivimos históricamente en un sistema heteronormativo y patriarcal, en donde la vida de una mujer lesbiana representa un constante vaivén. Hasta antes de 1997 en Ecuador, era un crimen demostrar el amor entre personas del mismo género. La mejor escapatoria, para resguardar seguridad y evitar todo tipo de violencia, era ocultar la orientación sexual, casarse con un hombre o luchar contra la corriente y tratar de encajar en la matriz establecida.
Ya lo dijo Monique Wittig «las lesbianas no somos mujeres», reconociendo que vivimos en una sociedad heterosexual que oprime a lesbianas y gais, quienes se ven en la obligación de adoptar discursos y comportamientos binarios. La autora consideraba que la heterosexualidad era un régimen político y de control. Este paradigma debería romperse para generar una revolución que permitiera la inclusión de todas las personas. ¿Cómo eliminar, entonces, esa «mente hétero»? ¿Cómo entender que las personas somos diversas? ¿Ha cambiado esta realidad?
Todavía no. A lo largo del tiempo, se ha vivido relaciones asimétricas entre hombres y mujeres. A fines del siglo XVIII e inicios del XIX, se evidenció cómo los hombres eran quienes tenían voz y voto en la esfera pública, mientras que las mujeres eran relegadas al espacio privado para cuidar de sus hijos e hijas y asumir las tareas del hogar. En ese entonces, la voz femenina era invisibilizada ante las decisiones de toda una comunidad.
Alcanzar el derecho al sufragio, el acceso a la educación y oportunidades laborales, han sido el resultado de luchas feministas de varios años. Hubo muertes, discriminación y un sinfín de violencias para alcanzar los derechos que hoy tenemos. Sin embargo, aún existen episodios en donde evidenciamos claramente que esta sociedad igualitaria aún está lejos de alcanzarse.
El hogar es un claro ejemplo de ello. Una hija mujer, dentro de su casa, de alguna manera, está obligada a ayudar con las tareas del hogar. Sus padres esperan que cocine, aprenda sobre los quehaceres, encuentre un buen hombre, se case y tenga hijos e hijas. Si esta ley no se cumple, la familia se ve amenazada.
Una adolescente lesbiana que decide ser visible ante su familia, en la mayoría de los casos, debe enfrentar manifestaciones negativas. Puede ser vista como una marimacha, una decepción, o simplemente ser tachada como la oveja negra. Piensan que está confundida, que es una fase, o que es así porque todavía no ha llegado el hombre ideal.
Esta situación puede ser peor. Existen casos en donde los padres deciden tomar medidas extremas para su hija como asistir con un profesional de la psicología, buscar soluciones en la religión o, peor aún, internarla en una clínica de deshomosexualización para encontrar la mejor terapia de conversión. Lastimosamente, las violaciones correctivas no son un mito, aún se cree que una relación sexual forzosa puede llevar a una mujer lesbiana a la heterosexualidad.
En el ámbito de la educación ocurre lo mismo. La enseñanza se basa en un dogma heteronormativo en donde todo lo esté fuera de este discurso es incorrecto. ¿Qué ocurre entonces con las mujeres lesbianas? Son invisilizadas, criticadas, discriminadas y violentadas.
El ámbito laboral no es diferente. Ante este miedo al rechazo, muchas mujeres lesbianas prefieren ocultar su orientación sexual. Se ven obligadas a vivir una doble vida. En el trabajo, se muestran como heterosexuales y en la casa tienen su pareja, conviven en un hogar, tienen una familia.
Las parejas lésbicas se ven limitadas a mostrar su amor en espacios públicos como parques, restaurantes, buses, cines, etc. Siempre existen personas que las regresan a ver, que hablan o ven en ellas un tipo de morbo, al punto de cosificarlas. Nunca falta aquel personaje que cree que puede convertir a las mujeres o disfrutar de una relación con ambas.
Frente a estas realidades, las mujeres lesbianas han decidido ocultarse, mimetizarse y vivir su orientación sexual en el espacio privado, relegadas como hace siglos atrás. Pero esta no es y nunca será la solución.
Es necesario fortalecer acciones colectivas que generen resistencia frente al sistema. Han transcurrido miles de años y aún no hemos podido derrocar el sistema heteronormativo y patriarcal en el que vivimos. La visibilidad es necesaria e importante. Todas las personas tenemos el derecho de expresar nuestro amor sin miedo al qué dirán. Si fortalecemos estos lazos y generamos ruido constante, la utopía de una revolución social como mencionaba Wittig, quizás deje de ser utopía.